Sociedad
2 de Abril: la historia de un ex combatiente de Malvinas
El ex combatiente de Malvinas, Mario Urdapilleta del Batallón de Infantería de Marina Nº5, Soldado SC62, nos comentó sobre como son lo días de un ex combatiente y sobre todo como son estos días específicos.
“Soy un vecino más de ustedes, soy jubilado, tengo 72 años hoy. En esta época nos viene el recuerdo, en mi caso es un poco menos pero lo importante es que lo que más recordamos son a los caídos, y aquellos que quedaron en el camino. Tratamos de darle homenaje a quienes dieron la vida por la patria y generamos un poco de cultura ante la gente y sobre este homenaje que les brindamos a ellos”.
Empezó a narrar su historia: “Yo entré a los 17 años en el servicio militar obligatorio y cuando me tocó Malvinas tenía 18. El día 2 de abril por razones políticas pusieron “el día de los caídos y los ex combatientes de Malvinas”, yo quitaría “los caídos” porque nosotros nos consideramos ex combatientes”.
“Me tocó en Rio Grande, Tierra del Fuego hacer la famosa colimba. Llegaba a hacer 25 grados bajo cero en invierno, aprendí a vivir con el invierno siendo misionero”, continuó. “La fecha del 2 de abril es muy importante porque hay una historia especial, nosotros teníamos listo todo hacia 20 días para volver a casa, yo tenia que esperar el documento y el pasaje para volver a mi casa y continuar mi vida. Pasaron 15 días y no pasaba nada, estábamos de civil y el 2 de abril a las 3 de la mañana nos levantan muy apurados y el Comandante de Batallón de Infantería que era Capitán de Fragata en ese tiempo nos hablo no como milico sino con palabras de padre”.
“No era voz de mando sino como alguien que te habla de par a par. Nos dijo a todo el batallón “Hemos recuperado Malvinas hace 30 minutos pero a partir de este momento yo los invito, aquellos que quieran ir a Malvinas den un paso al frente”. Yo di un paso al frente, tuve la oportunidad de elegir, otros no la tuvieron”.
“A partir de ese momento fui al cuarto de armas a buscar mi arma, la radio de comunicaciones y a vestirme de vuelta de verde”.
Sobre lo que pensaba en el momento “lo primero era mi familia, los vecinos. Siempre hablábamos cuando era chico y jugábamos que nosotros siempre íbamos a defender Argentina, me pareció que lo lógico y correcto era morir por la patria. Me definió un poco ese momento”.
“Pasaron un par de días, estábamos esperando en Rio Grande. Eran tropas y tropas que se iban a Malvinas, nos tocó F28 con hélices de madera. Pude ver cuando el piloto nos avisaba que estábamos llegando que miremos la ventanilla el paisaje. era hermoso el paisaje con sol. Ver la playa, todo el contorno, nunca lo había visto. ¿Un misionero cuando ve el mar?”.
“Llegamos y aterrizó el avión. Nos tocó ubicación para defender la isla, a mi me tocó con cañones 105, seis muchachos más yo, no teníamos jefe y éramos todos colimba, todos de la misma edad. La responsabilidad fue muy grande, yo todavía no lo puedo entender aún con psiquiatra”
“Había comandante. No había intermedio, no había cabo, oficial mayor…Nos tocó una ladera que nos daba hacia un valle, casi a un kilometro y medio del pueblo y del aeropuerto. De lado de nuestro montículo de tierra estaba el mar, donde vendrían mas adelante los ingleses a bombardearnos constantemente a cambiarnos la vida”.
“Había dos posibilidades, nuestro batallón era uno de movimiento, una especie de comando no para estar fijo. Y a nosotros nos mandaron a un lugar para estar fijos y armar cuestiones fijas como si fuera la guerra de 1940. Esa fue la estrategia, pero nosotros estábamos ilusionados viendo la bandera flamear en el puerto. Eran emociones tras emociones como vivir algo irreal”.
“Llegó el momento crudo de la guerra, el 1ro de mayor. Ahí tomamos dimensión de lo que venia y lo que era. El primer ataque eran dos barquitos muy chicos y empezaron a disparar. Caian explosiones muy chiquitas y decíamos “¡Ah no!, así no nos van a ganar”, en eso uno de los cañones grandes, 115, un cañón enorme disparó un solo tiro que hizo temblar la tierra a mas de 400 metros, ese tiro perforó uno de los buquecitos y lo vimos dirigirse hacia el horizonte y desaparecer”.
“Al rato aparecen dos barcos que empiezan a agrandarse, eran como 6 cuadras de largo, eran enormes, una cosa monstruosa. Temblaba la tierra donde estábamos nosotros, la isla temblaba, no tiraban un tiro sino 8 por segundo. 24 disparos por minuto y bombas enormes. Ese fue el bautismo de fuego que tuvimos y cuando aprendimos por la supervivencia el sonido de ese proyectil si te iba a pegar a vos o no”.
“A parte era una guardia constante, desayunaban a las 7 de la mañana y aprovechábamos nosotros también, al medio día cortaban y a la tarde la merienda y a la noche la cena. Sabíamos cuando comían los tipos, eso paso en la guerra”.
“Tomamos la realidad, pasaban en 2 segundos toda tu vida por tu mente, miedo, terror, y terminaba. Ese fue el contacto con la realidad. El quiebre de todo esto fue llegar de vuelta a Argentina con el síndrome post traumático”.
En su caso particular “bajamos en el puerto y nos recibieron con tomates y huevos podridos, como genocidas. Ese fue el quiebre para muchos porque nos sentíamos inservibles”.
“Yo realmente estuve en combate, nadie me lo contó. Muchos chicos de aeronáutica fueron con 60 días de colimba que no sabían nada, estaban en una situación durísima. Gente del ejercito que por ciertas razones los mandaron con armas de la época de 1912. Esa gente la paso muy mal porque no estaban actualizados, nosotros teníamos armas muy modernas para esa época que venían de Holanda y teníamos una comunicación muy bueno que igual no se podía hablar a lo ultimo porque había una triangulación que ellos usaban y para lo que ya no teníamos tecnología. Nosotros si teníamos ropa de invierno pero que la humedad nos mataba, en cambio los ingleses tenían una ropa con mejor tecnología, de neopreno que los mantenía calientes por dentro”.
“A veces escucho que hablan sin saber la historia. A partir del siguiente día de ese bombardeo la vida fue normal, caía una bomba al lado tuyo y disparábamos de frente. Era como si fuera normal, no era algo psicológicamente feo porque estábamos concentrados en eso. Tuvimos encontronazos de frente con los escoceses, galeses, los burkas que eran muy peligrosos porque eran comandos que nos venían directamente a acuchillar. Pero nada de eso se puede comparar con lo que pasamos cuando llegamos a Argentina. Psicológicamente quebró a miles”.
De sus compañeros dos “quedaron allá”, “a uno se le atravesó un proyectil de barco que le quitó la columna y otro sinceramente no se porque, era mi amigo y no quiero preguntar”.
“Hubieron cosas buenas, malas y otras peores. En esa época existía el castigo, a mi me marcaron un poco pero son cosas que pasan en la vida. Doy gracias a dios por haber tenido la experiencia de Malvinas. Para mi fue una experiencia que debió pasar porque si no lo hacia no sabríamos hoy en día que existía Malvinas o la Antártida. Se tendría que reivindicar la soberanía de la Antártida, un lugar donde podemos vivir por años por todo lo que hay ahí. El resto es historia”.
El reencuentro con su familia “fue lo mas pesado de todo, porque después de pasar por ese quiebre me faltaba la familia y para llegar a Misiones de aquel lugar era lejos. Tuvimos que ir a Rio Grande y nos prohibieron a hablar por 8 años, nos preguntaron que hicimos como si hubiésemos hecho algo mal. Pasar por toda esa interrogación de los agentes de inteligencia. Tomamos un avión de aerolíneas hasta Buenos Aires y me tome el Gran Capitán, todo ese trayecto hasta llegar a Posadas procure ver como hacia para llegar a mi casa en Puerto Esperanza”:
“La desesperación era mucha, llegar a abrazar a tus papas y hermanos. Algo faltaba. Me tomé el Iguazú y no pude llegar a Esperanza, quede en San Ignacio. Necesitaba escuchar a alguien, escuche a mi papa y después seguí viaje”.
Sobre la readaptación “en Misiones no había nada, fui a Brasil a hacer un tratamiento psicológico y después volví. Lo más triste de todo fue la desmalvinización, hasta hoy no ponen lo que tienen que poner en la mesa. Tenían miedo de quedarse pegados con la dictadura, vos no podes contar parte la historia y olvidar la otra, tenés que contarla completa”.
“Me pasó que desde el 84 al 97 decir ex combatiente de Malvinas era mala palabra. Era un loquito de la guerra o un tarado, trabaje 25 años en tratar de contarle a la gente la verdad, decirles como fue para que entiendan. Tuve que ocultar en la empresa donde trabajé que era ex combatiente y llegué a gerente, un chismoso le dijo al presidente y me llamaron para sacarme mi cargo, me dejó como subgerente solo con 4 empleados cuando llegue a tener 1500. Me fui porque no me sentía a gusto, no podía hacer nada porque era ex combatiente. Por eso continué el tema de Malvinas con la Asociación Civil, logramos leyes provinciales y nacionales, pero todavía hay algo que no logramos: que nos reconozcan como tal”.